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viernes, 17 de junio de 2011

Kuroshitsuji V


Recordar aquello era como mirar un pasado realmente penoso. Tenía 20 años, era una noche fría de verano, volvía a casa muy tarde tras un día de trabajo y de castings para alguna obra como personaje de relleno o algún anuncio, o algo; pero parecía que aquella noche todo me daba la espalda.

En la calle principal, sobre las dos o tres de la madrugada no había nadie, mi madre me había llamado muchísimas veces para ver dónde estaba.

-Ya llego mamá, estoy a dos calles no te preocupes.

Cuando colgué y aceleré el paso, aquella persona continuaba persiguiéndome, aceleró también el paso, y no sólo ese hombre, me sentía vigilada por todas partes, como si algo me persiguiera. Miré al cielo para asegurarme una vez más que no había nada y tras un fuerte suspiro continué acelerando el paso, poco antes de llegar a la calle dónde debía girar par ir recto hasta mi casa, me tropecé con alguien chocando con su cuerpo.

-No la dejes ir, es muy rápida- decía la persona que iba detrás.

Me asusté mucho, nunca, NUNCA había estado en una situación así, jamás había sido perseguida, amenazada o acosada por nadie. Para empezar, no era nadie más que una chica normal haciéndose un hueco en las altas esferas de los actores y actrices. Me giré.

-Como ordene, mi señor.

Miré de nuevo aquel ser que de pronto se volvió sombrío y frío, sus ojos brillaban y sus manos que agarraron con mucha fuerza. Forcejeé todo lo que mis fuerzas dieron de si, grité que me soltara en un último esfuerzo para que alguien me oyera, pero aquella calle estaba silenciosamente vacía. Nadie salía por los balcones, nadie encendía las luces, nadie aparecía.

-Lo siento guapa, pero tenía muchas ganas de estar contigo, te he estado observando, siempre vuelves muy tarde y para una chica tan mona como tú eso no es bueno, cualquiera podría hacerte daño.- Se acercaba a mí.

-No estás en posición de decir eso- fue lo primero que se me pasó por la cabeza, interpretar un papel de tantos que me había aprendido para esas obras que no me cogieron.

-Deberías controlar esa boca, señorita, ahora mismo es usted la que está en un aprieto…- sus ojos empezaros a brillar con mucha más intensidad, tenía un tono morado y ahora brillaban entre rojo y un rosa muy débil que me provocó un escalofrío.

-No digas eso, James, esta chica no tiene por qué tenernos miedo, quiero que la lleves a casa.

Conseguí deshacerme de las manos del tipo de ojos raros, y corrí hacía algún lugar empujando al otro muchacho que daba órdenes, entonces volvieron a cortarme el paso, otra vez el chico de ojos raros que me cogió y me giró. El tipo de las órdenes sacó una navaja y la abrió ante mí. Se acercaba y sinuosamente la deslizó por mi mejilla y la dejó al lado de mi cuello. Mis piernas temblaban, mis manos, todo mi cuerpo.

-No creo que eso sea una buena idea…- pensé que mi triste historia acabaría allí, empecé a patalear y a intentar deshacerme de aquellas manos, pero ese tipo acercó más a mi cuello esa navaja y otro apareció tras él, había dos tipos de ojos raros, el que sostenía ahora, y del que había conseguido escapar.

“¿Ya está? Todo esto se acaba aquí, ¿ahora? Siempre igual, incapaz de llegar a nada, me niego a morir aquí, alguien quien sea, por favor…”

-Por favor… ayuda… quién sea…

-Lo siento, Karen, pero nadie va ha venir esta noche a salvarte, tú y nuestro amo tendréis mucho tiempo para hablar…- el que estaba agarrándome se acercó a mí oído y me dijo esas palabras.

Aquel cerdo que me amenazaba con una navaja se acercaba a mí, su rostro se ponía a la altura del mío, miraba mis labios, los cerré muy fuerte y giré el rostro. Entonces alguien habló.

-Vaya, vaya…- su voz era dejada, pero después cogió mucha fuerza -Eso no es digno de un caballero…

-¿Quién eres tú?- dijo ese tipo alejándose de mí. Era mi oportunidad, le di una patada en la entre pierna y salí corriendo hacia el lugar de dónde provenía aquella voz.

-No debería alejarse mucho señorita, estará más segura conmigo, así podré protegerla.- Entonces lo pasé y me quedé tras él…

Definitivamente me había vuelto loca, estaba huyendo de un acosador y quedándome detrás de un tipo que no había visto en mi vida, que no conocía, vestido de negro, que, perfectamente, podría matarme después; pero era el único que había dicho “proteger”. Me aferré a esas palabras aunque tuviera que vender mi alma al diablo.

-Señorita, me gusta mucho esa última frase de su cabeza…

-¿Qué…?- ¿me guiñó un ojo? Creo que sí fue así, me guiñó el ojo y después ambos chicos le atacaron, se deshizo de ellos, se deshizo del tipo que venía a por mí, lanzó a los dos, ambos idénticos, muy lejos, y al tipo que daba las ordenes… Lo mató. Cayó al suelo delante de él y vi como salía su sangre manchando el suelo. Me paralicé. No era la primera vez que veía algo así, fui testigo de un accidente de resultado parecido, pero… Me sorprendió. Supongo.

Después me miró con una sonrisa y se acercó a mí.

-Cómo usted misma ha dicho, ¿le vendería su alma a un demonio?

-¿Qué quieres decir…?- Era altísimo, y muy atractivo, su sonrisa era muy amplia pero no dejaba ver los dientes, era un tipo muy fuerte.

-¿Haría un trato conmigo, un demonio, a cambio de su alma?

-¿Qué?- aquello más que impactarme, me asombró; aquella noche no había aparecido un dios o un ángel a llevarme por el buen camino, si es que no lo seguía, sino un demonio para darle mi alma a cambio… - ¿A cambio de qué, qué gano yo?

-Usted tendrá todo lo que me pida hasta conseguir el deseo que debe pedirme, una vez se cumpla yo me… perdóneme si suena violento, me comeré su alma.

………. ¿Ese… ESE tipo iba a comerse MI alma…? Iba a estar a MI disposición para lo que fuera…

-Así es. Además, me lo debe por salvarle -Me dijo abriendo sus ojos, ya ha sido testigo de ello, esos dos también eran demonios,- la prueba que me hizo fue hacer brillar como los otros esos ojos rojizos que él tenía… Pero tenía razón, supongo… Y ya había deducido que podía leerme la mente...

-Está bien…

-¿Cuál es su deseo?

-Oportunidades, quiero tener las oportunidades de hacer todo lo que siempre he querido y querré hacer, yo haré lo demás para ganarme que se hagan realidad, y al final de mi vida, mi alma será tuya…- Eso parecía más una confesión que un trato…

-¿Oportunidades?

-Y después de esta noche… protección.- dije mirando hacia el lugar dónde los había lanzado inclinando mi cuerpo.

-… Más le vale que su alma merezca tanto la pena como para esperar una vida humana.- Lo miré intrigada por aquellas palabras. Intentaba averiguar a qué se refería; me miró y me contestó sin pedirlo explícitamente- Los demonios no sentimos sed, frío, calor, hambre, deseo o cualquiera de las cosas mundanas por los cuales un humano siente debilidad, me cansé hace mucho de comer almas humanas normales… y hace mucho tiempo que no como, espero que su alma sea de mi agrado…

Me quedé igual que estaba, sin saber que decir o qué hacer, me puse rumbo a mi casa y él me siguió.

-¿Por qué me sigues?

-Primero tenemos que cerrar el trato, después, tendré que ir a dónde usted vaya para protegerla, y que no muera antes de cumplir su deseo.- Sonaba lógico, el problema iba a ser qué iba a decirle a mi madre y sobre todo a mi padre…

-¿Qué hay que hacer para cerrar el trato?- Él se acercó a mí, quitó el guante blanco de su mano izquierda y abrazó mi cadera derecha desde atrás -Ya está.- Algo me quemaba es la cadera, a la altura del hueso y entre éste y el ombligo, en el centro… levanté mi camisa, un circulo y un pentáculo. Era el mismo símbolo que él tenía en la mano. Me miró y me sonrío.-Este sello hará que aparezca en cualquier lugar dónde usted esté, y por tanto tampoco podrá huir de mí, señorita.

-Mi nombre es Karen… puedes llamarme así.

-Yo soy simplemente un mayordomo, jamás lo haría- se inclinó ante mí. Con la mano derecha en el pecho al a altura del corazón, o de donde debería estarlo en su caso…

-Entonces, ¿cuál es tu nombre?

-Sebastian, Sebastian Michalis.

Después de eso mi madre se escandalizó y Sebastian tuvo que dormir en el comedor alejado de mí y vigilado por mis padres, después sirvió de ayuda a mi madre en la compra y las tareas domésticas hasta que unos meses después, conseguí una casa debido a mi gran “suerte” en obras de teatro.


-Sí… Como aquella vez, más o menos…


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