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jueves, 4 de agosto de 2011

Kuroshitsuji XIV


-¿Muerto? Ya ves que no, estúpido demonio.

-Lo siento mucho.

-Aun así, una orden directa de una mujer como ella, ¿acaso es un nuevo contrato?

-Me pertenece.- dije recostándome en ese sillón en el que estaba sentada.

-Ya veo ¿Cuál es su deseo? Quizá yo pueda cumplirlo y acabar con esto.- Ese niño hablaba como si pudiera hacer grandes cosas.

-Eso no será posible, Conde, me temo que mi deseo es algo más complejo para cumplirlo en un breve periodo de tiempo.

-¿Y bien Sebastian de qué se trata?

-No contestes, te prohíbo que le hables de nuestro contrato. Después de esto, no sé si la fiesta ha terminado para mí o desea que siga en esta sala mientras un niño se complace con su juguete…- Estaba irradiando odio y ganas de matarle, pero no iba a caer bajo el juego del niño, estaba seria, pero no mostraba ni un ápice de lo que sentía; bendito trabajo.

-Por favor disfrute de lo que quede de fiesta…- giró la mirada hacia Sebastian y de pronto las luces se apagaron, se oyeron gritos y cristales que se rompían, Grell entró por la puerta gritando que había aparecido un demonio. El Conde miró a Sebastian y se fue con Grell a ver que había pasado. Después uno entro en la habitación e impidiéndome gritar se quedó tras de mí tapándome la boca y cogiéndome desde atrás para inmovilizare, con aquella sensación puntiaguda en mi garganta, esa sensación  esa uña resbalando por un garganta a penas rozándola, ya la había sentido; intenté desde lo más profundo llamar a Sebastian pero cuando él apareció en la sala yo estaba saliendo de allí y ese niño le prohibió que me siguiera.

Supongo que mi cara de desesperación hizo que hasta Grell se preocupas un poco por aquello. Cuando salí de allí había otro más que se le unió y en algún momento del viaje perdí el conocimiento.

Me desperté en una habitación que no conocía, con pequeñas ventanas, posiblemente un sótano, pero bien acondicionado. Estaba sobre una cama, con un camisón y el vestido azul intacto arropándome. Me incorporé y vi en una mesa algo de comida, un pastel y un té o algo así… probé el pastel y bebí un poco de té. Si estuviera envenenado hubiera muerto, pero la verdad es que estaba muy bueno, me recordaba a los que hacía Sebastian de vez en cuando. Intenté salir de la habitación pero una cadena me sujetaba el pie, no se si antes cuando me desperté, el caso es que no podía separarme más de dos metros de la cama. La escalera se quedaba a pocos centímetros. Me quedé allí de pie un rato mirando a la puerta.

-Vaya… así que estás aquí, qué mala suerte.

-Grell… ¿Qué qué estás haciendo aquí?

-Trabajar, y por lo que veo no puedes salir, qué raro no estás en la lista. Bueno, con suerte no tendré que decirle a Sebas-chan que has muerto…

-¿¡Qué!?- Pero no me contestó; salió por la puerta y me ignoró, entonces me llegó el olor a quemado, algo se quemaba, había algo de humo en la habitación superior, se estaba colando por la puerta y sin pensarlo saqué la sabana de la cama y envolví el vestido y me tapé la cara.

-¿Qué hacemos con ella?

-Baja y cierra la puerta.

Aquellos dos aparecieron delante de mí. Eran iguales, eran dos demonios, cabello muy oscuro, vestidos de traje y con los ojos llenos de desesperación y triunfo.

-Nos recuerdas ¿verdad?

-Esta vez no le salvará, está habitación está muy lejos, y al parecer no va a venir a por usted, y aunque viniera, está vez él sería quien morirá. Se acuerda, ¿verdad? Ese demonio que se le acompañó, ese demonio mató a nuestro señor.

-Sí y no pudimos recoger su alma, esos shinigamis se a llevaron.

-¿Shinigamis…?

-Sí, pero no se preocupes, el señor tenía buen gusto, es preciosa aun habiendo pasado cuatro años.- Estaba muy cerca me acariciaba la cara y el cabello

-Por supuesto es actriz, te dije que era ella, empezó a triunfar gracias a él, nosotros haríamos lo que fuera, nosotros haríamos lo que fuera a cambio de su alma, mi reina.

-Sí, a cambio de la vida del señor, denos usted, como era su deseo, su alma, para que al menos descanse  tranquilamente. Ya sabe como va esto de los deseos, cualquier cosa a cambio de su alma.

Tenían una excelente compenetración y no podía distinguirlos, simplemente uno estaba más cerca y el otro seguía al pie de las escaleras. Pero pronto también se acercó a mí.

-Esos estúpidos humanos, un incendio... deberíamos llevarla lejos de aquí.

-Te dije que este lugar no me gustaba

-No empieces, ya está hecho, ahora es solo cuestión de tiempo.

”Sebastian” Empecé a nombrarle en mis pensamientos, a coger con mi mano izquierda el contrato de mi cadera y la aferré con fuerza. “Sebastian ven”

-¿Y dónde la llevamos? Las llamas están entrando a este piso

-Eso no importa nosotros no moriremos pero si ella sigue aquí si lo hará

-¡¡Wiiiiil!! Voy a necesitar ayuda aquí- Grell gritaba

-Grell, Sebastian… Sacadme de aquí…- Otra vez impotencia, otra vez esa sensación de no servir para nada, inseguridad miedo. Eran cosas que Sebastian había apartado de mí desde que apareció. La sensación de poder morir en cualquier momento se había desvanecido porque era él quien tenía que acabar con mi vida, él sería quien me robase el alma, sólo él.

-¡¡SEBASTIAN ES UNA ORDEN, VEN!!- no podía soportarlo

-No me gusta que otros demonios toquen a mi señorita… Cuanto tiempo sin verlos, al parecer tenemos una cuenta pendiente… ¿Cuál de vosotros fue quien entró aquella noche en la habitación de la señorita? No tengo mucho tiempo y no soy muy paciente.

Sebastian llevaba consigo un arma que no había visto nunca, una espada del color del jade, ambos demonios retrocedieron acercándose a mí, como si intentaras protegerme de él. Pero yo quería ir con él.

-Y para colmo le habéis quitado con esas sucias manos el vestido y le habéis puesto un horrible camisón… ¿Y ustedes quieren se creen mayordomos?

-Ella nos pertenece, nuestro amo quería que fuera suya y entonces apareciste estropeándolo todo. Ese niño Ciel Phgantomhive, su alma debería haberte saciado.

-Eso no es de su incumbencia, dejadla libre, ella tiene un contrato conmigo, su alma me pertenece. Ella me pertenece. Si no quieren morir...

-Sebas-chan sal de aquí esto se va a desplomar.- Grell abrió la puerta y le gritó antes de salir lanzándole otro beso.

-Por favor deje de hacer ese tipo de cosas repugnantes, Grell-san

-Que frío eres, me encanta…

-Ya lo han oído, no tengo tiempo.

Bajó las escaleras y sin el menor esfuerzo mientras se preparaban para atacar atravesó el corazón de uno de ellos. Después miró al otro y le provocó bastantes heridas, después le cortó la cabeza

-No vuelva a interrumpir el sueño de una dama.- le dijo al último, quién era aquel que me había tocado, posiblemente ambas veces.

Cortó la cadena y me sentí libre, cogió la sábana con el traje envuelto y me lancé a sus brazos, me abrazó y me llevó como si se tratara de una novia fuera de la casa. Aprovechó la sábana para colocarlo cómodamente a su espalda y mientras aquellas cálidas lágrimas salían de mis ojos cayendo es su traje de mayordomo le decía que había llegado muy tarde, y que no se lo perdonaría.

-Lo siento señorita, permítame compensarla una vez estemos de nuevo en casa, de momento lleve esto consigo, es bastante peligroso para mí así pues, por favor no lo acerque demasiado, podría morir.-

Solté su cuello para sujetar aquella espada. Me acomodé entre su regazo y sus brazos y simplemente me dejé llevar por él hasta que llegamos a casa.

-Sebastian, ¿Qué hace este gato aquí? Sabes que soy alérgico.

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